Y se llegó el gran día, la noche anterior casi no logramos conciliar el sueño, pero no solamente por los nervios que carcomían nuestra tranquilidad sino por el frío extremo que sentimos en Ipiales, un frío que penetró sin piedad hasta los huesos, y sumado a este mix de sensaciones, unos torcijones en nuestros estómagos amenizaban la fría y silenciosa noche. Nuestro propósito era madrugar para ir al Puente Internacional Rumichaca a las 5 am pero una soltura de estómago, tanto en Camilo como en mí, no nos permitió levantarnos de la cama, pero sacamos fuerzas de lo más profundo de nuestro ser y finalmente llegamos a la frontera a las 6:30 am.

Era una mañana lluviosa y tuvimos que dejar a Changüa prácticamente tirada en medio de venezolanos y cambistas de pesos colombianos a dólares, lo que nos tranquilizaba un poco era el hecho que ella estuviera sin todo el equipaje porque gracias al consejo de un viajero, dejamos todo en el hotel donde estábamos hospedados, hicimos los trámites de salida de Colombia e ingreso a Ecuador, regresamos al hotel para recoger el equipaje, cruzamos la frontera y pasamos a Ecuador sin ningún problema.