Viaje
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Creamos esta página web con el fin de relatar cada una de las experiencias vividas, de compartir con ustedes datos que sirvieran de guía y de ser ese pequeño empujón para que se animen a viajar aunque sea un fin de semana por este grandioso país, día a día esperamos con ansias que sea fin de semana y que tenga puente festivo, para visitar esos pequeños rincones que son menos turísticos pero que llenan de recuerdos nuestra corta vida, nos encanta rodar por carreteras desconocidas, empedradas, de trocha, porque sabemos que nos llevarán a lugares maravillosos que alimentarán nuestra alma, con cada kilómetro una imagen queda en nuestro recuerdo, nos marca más y fortalece este amor por los viajes.
Después de tanto rodar llegamos a Monguí (Boyacá), muchos dirán: “¿otra vez Boyacá?”, “¿salen del frío para más frio?”, pero es que Boyacá hay que sentirla, hay que dejarse erizar por este departamento de Colombia y recorrerlo una y otra vez para darte cuenta que es hermoso en cada lugar que compone este territorio. Como era de esperar, Monguí nos transformó, nos aumentó el amor por la naturaleza, la pausa de sus calles, la sonrisa de su gente, la pureza de sus paisajes y la pasión futbolera que se respira en cada una de las esquinas de uno de los pueblos más lindos de Boyacá; esta visita nos renovó, pero a la vez nos ayudó aún más a desprendernos de la vida clásica y rutinaria a la que desde niños nos enseñaron.
Era una mañana fría, después de un poco más de 4 horas llegamos a un destino mágico, cada que las ruedas de “Candelaria” (nuestra moto) giraban nos acercábamos a lugares tan maravillosos que temíamos que si parpadeábamos nos perderíamos de algo, la sonrisa no salía de nuestros rostros y desde que nos estacionamos en la plaza, damos fe que Monguí es uno de los pueblos más lindos de Boyacá; dedicamos unos minutos a admirar este marco tan precioso, y a disfrutar de la gran variedad de balones que adornan las fachadas de esta obra de arte.
Sentimos que estábamos como en casa cuando llegamos al Hotel Portón de Ocetá, porque la vida es tan perfecta que coloca ángeles en nuestro camino, en esta ocasión la señora que atiende el hotel doña Gladys, nos recibió como una madre recibe a su hijo que se ausenta por mucho tiempo, nos atendió con un amor y un compromiso por su trabajo que reafirma aún más que la gente de Boyacá lleva el trabajo y amabilidad en su sangre, fueron dos días llenos de sabor de hogar y todo gracias a la hospitalidad y el buen servicio con que cuenta este hotel.
Una vez instalados, procedimos a disfrutar de la bella Basílica de Nuestra Señora de Monguí, de visitar el Museo del Convento de los Franciscanos, de cotizar unos balones y entre sus calles, amabilidad y colores, llegamos al Puente de Calicanto, sobre él las innumerables historias y bajo él la pureza de la montaña, el frío de las aguas del río El Morro que cruzan por el Puente de Calicanto, se nos hace un nudo en la garganta ante la majestuosidad de este pacífico lugar, la dicha que vivimos en eso momento no tiene explicación, date la oportunidad de vivirla. Fue un sábado espléndido y más cuando al finalizar la jornada disfrutamos de un atardecer espectacular con una buena cerveza al clima, o sea muy fría.
Monguí se convirtió en un punto de inflexión hacia nuestro sueño llamado viaje, cada una de sus casas conserva una tradición, las plantas que decoran sus balcones son una invitación a perderte, es único, es perfecto, puedes caminar horas y horas y no encontrarás peros, y sí hallarás mucha admiración y tranquilidad.
Monguí es un pueblo que no te puedes perder, debes recorrerlo una, dos, tres, infinidad de veces, y te aseguramos que te enamorarás más y más, su gente es distinta, en cada cuadra un saludo caluroso a cualquier hora del día, “sumercé” como le va, es hermoso, pareciera que te conocieran de años atrás, ellos están felices de que podamos admirar un tesoro que ni el tiempo ni la guerra pudo derrumbar.
En Monguí además de conocer el pueblo más lindo de Boyacá y de aprender del proceso de fabricación de los balones, título que le otorga ser la capital del balón, te recomendamos visitar:
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La Basílica Menor Nuestra Señora de Monguí y el Museo del Convento de los Franciscanos: ambos son considerados como monumento nacional, fueron construidos con piedra traída de la Peña de Otí y conservan la arquitectura de estilo románico propio de la época neogranadina.
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La Capilla de San Antonio de Padua: fue la primera iglesia cimentada en Monguí y también es considerada monumento nacional.
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El Puente de Calicanto: bajo el cual cruza el río El Morro y por donde pasaron la piedra con la que construyeron la Basílica y el Convento.
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Y por supuesto es obligatorio recorrer el Páramo de Ocetá, catalogado como uno de los más hermosos del mundo.
No sabemos si esta página web funcionará, no sabemos si dentro de un año podremos iniciar esta odisea, pero lo que sí es una realidad, como ya lo dijimos este sueño llamado viaje, lo escribimos kilómetro a kilómetro, foto a foto, vídeo a vídeo, con el más mínimo detalle, porque no queremos que se nos escape nada de estos grandiosos recuerdos, esos recuerdos de lugares como Monguí que brindan y ensalzan más la pasión que sentimos por viajar, es grandioso cuando regresamos a casa y nos damos cuenta de cuanto nos cambia un viaje y saber que a tan sólo horas, hay historias, sensaciones y vida por conocer.
