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Visitar Villa de Leyva nos hace muy felices, la primera oportunidad que tuvimos de recorrer sus calles nos marcó, sencillamente nos sentíamos más enamorados y sobre todo aumentó más el amor por viajar. Pisar sus calles, sentir sus paredes, respirar sus fríos vientos, no importa si vamos 2, 3 o mil veces a este emblemático lugar,  nunca nos cansaremos de retratar sus blancas  casas, o si no que lo digan nuestras fotos. 

Después de una hermosa noche en las playas paradisiacas de Boyacá (Laguna de Tota), nos preguntamos porque no admirar una vez más esta bella región de Colombia, solamente con mencionar Villa de Leyva nos sentimos muy felices, y sin pensarlo decidimos que este destino y su 41 Festival del Viento y las Cometas, sería una más de las tantas experiencias de nuestra vida viajera.

Cuando visitamos por primera vez Villa de Leyva, su tranquilidad y su arquitectura colonial recibieron a esta pareja que iniciaba su mundo en los viajes, no sabíamos si la vida nos regalaría la oportunidad de visitar una vez más este lugar,  por lo que disfrutamos al máximo la estadía allí y guardamos en lo más profundo de nuestros recuerdos cada momento vivido. ¡Revive nuestro viaje a Villa de Leyva!

Ya estábamos próximos a llegar, pero nos sorprendió un trancón que parecía interminable, ni siquiera las motos tenían cabida, e inmediatamente quedo atrás ese bello recuerdo que tanto atesorábamos, soñábamos, sentíamos y respirábamos, parecía Melgar en época de vacaciones, todo estaba costoso, abundaban los borrachos, por todo lado había basura, no había disponibilidad en hoteles ni lugares para acampar… todo se unió para quitarle esa tranquilidad que caracteriza a este pueblo de Boyacá. 

Los visitantes observaban los shows de cometas, cometas que volaban en el azul cielo de Villa de Leyva, un hermoso marco para la admiración de los niños y adultos, pero por esta clase de eventos que conglomeran gente de todas partes no faltaron aquellos que sin tener conciencia arrojaban basura por doquier, latas, papeles, y al no haber espacio, carros que tapaban sus maravillosas calles y casas, cada una de las esquinas estaban de rojo, azul, verde, etc… era imposible sentir sus blancas paredes y a nadie parecía importarle, los visitantes no volteaban a ver las miradas tristes e inconformes de los lugareños que tenían que aguantar este río humano que arrasaba con lo bello de este lugar.

Hay muchas cosas que no sentimos como nuestras y viajar es la única manera de abrir los ojos, de ver la fragilidad, de ver la belleza de nuestro planeta y nos recuerda que somos capaces de crear lugares únicos, de destruir bosques y de disfrutar como niños. 

Volviendo al epicentro de esta historia, el espectacular vuelo de las cometas era grandioso, habían grandes, pequeñas, de muchos colores, con luces, sus largas colas bailaban al ritmo de la libertad, esa libertad que se reflejaba en las sonrisas de los cientos de niños y de la unión en familia. Fue una tarde mágica, llena de muchas fotos que se unirán a nuestros álbumes fotográficos y para finalizar un show de cometas con luces, que en lo más alto se perdían con las estrellas del firmamento. 

A pesar de todo, una vez más fuimos felices en las empedradas calles de Villa de Leyva, y damos gracias, porque la vida nos guio a este extraordinario lugar, donde se renuevan nuestras almas, donde nos sentimos afortunados de la vida y damos gracias de estar vivos y poder disfrutar al máximo ser colombianos. 

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